Chincha (Javier Tasayco). – El 4 de diciembre de 1951 falleció en el hospital San José de Chincha una humilde mujer grociopradina, de ocupación artesana, llamada Melchora Saravia Tasayco, quien en sus ratos libres dedicó su vida a servir a Dios y pertenecía a la orden terciaria de San Francisco de Grocio Prado.
Dicha orden fue fundada en 1447 mediante un decreto papal. Los miembros se convirtieron después en una orden religiosa que profesa los votos de pobreza, castidad y obediencia; ahora son llamados Tercera Orden Regular.
Ayer, en la Iglesia San Pedro, el párroco Javier Vera tuvo a su cargo la homilía que se cumplió ante gran número de feligreses, quienes acudieron a la misa central, llevada a cabo a las 12:00 del día, en cumplimiento del programa general que se inició el pasado 28 de noviembre con sucesivos rosarios diarios. El sábado último hubo un concierto musical con la participación de la Agrupación Daris Callejeros de la Fe, cuyos integrantes son naturales de Arequipa.

El padre Vera, en la misa en recuerdo de la sierva milagrosa, soberana, orgullo de Grocio Prado, hizo un paralelo de la vida del santo Fray Martin, quien luego de fallecido años después logró ser beatificado. “En realidad, no hay nada que sea imposible, lo mismo debe ocurrir con Melchorita; entonces, pedimos a los devotos continuar orando por su pronta beatificación”, sostuvo el sacerdote.
Al respecto, hay una oración para pedir su beatificación, cuyas primeras palabras dice: “Señor, dador de todo bien, que ofreciste a nuestro pueblo en tu sierva Melchora Saravia Tasayco, admirables ejemplos de vida cristiana, particularmente en humildad y caridad………”.
Melchorita, cuya vida humilde, ejemplar, solidaria y obediente a la palabra de Dios, reunía a los pobladores en la fe católica, los catecismos, las misas y rosarios. Dentro de su pobreza compartía lo poco que tenía como alimento y siempre su mano caritativa le alcanzaba para una ayuda, lo que la hacía muy conocida aún por familias pudientes, quienes se admiraban de su bondad y laboriosidad, pues como artesana hacía sombreros de junco que los vendía para ayudar al prójimo.

Sus restos reposan actualmente en el distrito que la vio nacer. Antes estuvieron en el Cementerio General de Chincha, hasta que el obispo de Ica de ese entonces, monseñor Guido Breña Pantoja, autorizó la exhumación de su cadáver y el traslado a su distrito, Grocio Prado, cuya orden la ejecutó el padre Santiago Calle Santos y el presbítero César Ítalo Mórtola Muñante.
Para el traslado, el féretro de la sierva chinchana fue cargado en hombros. acompañado por una gran multitud de feligreses y peregrinos que, aun no siendo beata, la veneran como santa mientras esperan el resultado del proceso de beatificación, con tantos testimonios de milagros y otras gracias divinas.
