
| Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda
Historiador, director del Museo Electoral y de la Democracia
de la Dirección Nacional de Educación y Formación Cívica
Ciudadana del Jurado Nacional de Elecciones
Los cambios sociales equivalen a la alteración de los patrones de comportamiento, de la cultura y de la estructura de una sociedad. A partir de aquí es posible imaginar, en base a fuentes documentales, la transformación que se vivió en medio de un mundo que, dentro del fatalismo vertical existente, se fraccionaba en estamentos irreconciliables, donde la movilidad social era escasa.

Después de la experiencia del sistema autocrático de los incas, donde la opinión de runas y de yanas no contaba, se pasó al mundo estamental del virreinato, donde el elemento biológico definía la pertenencia a un estrato social, o a otro. A finales de este mundo que parecía irreconciliable, de pronto asomaron criterios que -en el lenguaje del siglo XX- equivalen a inclusión social, igualdad y tolerancia.
Si aún hoy la convocatoria a elecciones se convierte en un gran anuncio, es de suponer lo que eso pudo significar entre los peruanos de hace más de 200 años; cuando fueron citados para delegar poder a sus autoridades por primera vez, era su conversión de súbditos en ciudadanos. Esto sucedió en 1812.
Sin embargo, esta experiencia de 1812 está precedida de otras situaciones parecidas, menores en dimensión, que fueron un adelanto al nacimiento de la ciudadanía hispanoamericana, cuando en 1809 se eligió al representante por el Perú ante las Cortes Generales Españolas y, al año siguiente, para la elección de los representantes peruanos ante las Cortes Extraordinarias de Cádiz.
Si bien la condición de ciudadanos es muy antigua en el viejo mundo -con la experiencia de los griegos- y en algunas ciudades de la India, no podemos tomar esos antecedentes vinculados directamente con el Perú, porque en esa época remota la consideración para ser ciudadanos estaba limitada y su ejercicio no era tan pleno, como cuando se experimentó entre los peruanos a fines de 1812 y en los años siguientes, hasta 1814.
Indudablemente que le esperaba un largo camino a la democracia. La construcción de la ciudadanía pasaría por muchas experiencias, registradas en un buen número de fuentes primarias que han llevado a los especialistas a recrear sus luces y sombras, es decir, momentos de fortalecimiento y atropellos contra la voluntad general de los peruanos, expresada constitucionalmente en las urnas.
Ser ciudadano en 1812 y en el siglo XXI
Ser ciudadanos en el Perú en 1812 consideró solo a los varones peruanos y a los españoles afincados en el Perú, sin ningún distingo racial; votaron los criollos, los indios, los mestizos, los negros libertos y los de otras castas en esa condición; y no hubo restricción por ser analfabetos. Se confiaba en la capacidad cualitativa del discernimiento, para que cada uno determinase a quién le endosaría el poder para representarlos en los municipios conformados bajo el amparo de la Constitución.
Hoy evocamos este suceso, protagonizado en Lima y todo el virreinato del Perú en diciembre de1812 y enero de 1813, recogiendo las emociones de los ciudadanos de entonces en todas las ciudades peruanas, donde fue evocada la figura de Vicente Morales Duárez, uno de los peruanos que actuó como constituyente en ese Congreso de Cortes Extraordinarias de Cádiz, que dejó huellas que hicieron perdurable su memoria, aunque no sea una de las figuras más popularizadas en el Perú.
Morales Duárez falleció en Cádiz, el 1 de abril de 1812, siendo diputado peruano ante las Cortes Extraordinarias de Cádiz, que hacía pocos días habían promulgado la Constitución que él también firmó. Su muerte provocó gran consternación no solo entre los representantes por el Perú y América, sino entre todo el cuerpo legislativo que se encontró presente en los debates por la Constitución, tomada como el inicio de la historia constitucional en todos los países de Hispanoamérica.
Ser ciudadano en el Perú del siglo XXI implica tener un comportamiento inspirado en valores de igualdad, respeto, tolerancia, libertad, inclusión y otros, que motivan la conducta de los varones y mujeres que están comprometidos con el desarrollo del Perú, y que educan a los futuros ciudadanos y ciudadanas para que, inmersos en el propósito de un proyecto futuro, trabajen por el presente y por el devenir de su patria.

La emoción y alegría por la ciudadanía en 1812
Queda un registro en publicaciones periódicas de la época, donde plumas como las de Hipólito Unanue y Mariano Melgar expresaron la intensidad de las emociones vividas por los ciudadanos que enfrentaban una nueva manera de tener autoridades municipales, por delegación de poder.
De acuerdo al constitucionalista Valentín Paniagua Corazao, Hipólito Unanue sintetizó en un artículo lo que estaba viviéndose, destacándose la renovación experimentada al permitirse el ejercicio de los derechos ciudadanos, que al fin podían elegir a los cabildantes.
Unanue fue consciente que se iniciaba una nueva era en Lima y en toda Hispanoamérica, el logro de ser ciudadanos fue un triunfo, “el pueblo entró en posesión de sus derechos”, escribió el precursor en la publicación periódica “El verdadero peruano”, del 17 de diciembre de 1812.
Mariano Melgar no dejó de cantar poéticamente versos al nuevo umbral que se asomaba en medio de las luchas de los hispanoamericanos que aspiraban a un mundo de libertad y de igualdad. Con toda seguridad leyó la Constitución de Cádiz, que en su tercer artículo proclamaba, refiriéndose a los nacidos en España y en América: “La soberanía reside esencialmente en la Nación y, por lo mismo, pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales”.
Tiempos tan diferentes al del mundo de la desigualdad, puesto que se proclamó que: Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas traen su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios y están avecindados en cualquier pueblo de los mismos dominios; y, Es también ciudadano el extranjero que, gozando ya de los derechos del español, obtuviere de las Cortes carta especial de ciudadano.
Todo esto generó una felicidad social por los cambios jurídicos que se anunciaban, puesto que el cambio total iba a ser paulatino y muy difícil.