Vicente Morales Duárez, un peruano para recordar

Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda

Historiador, director del Museo Electoral y de la Democracia

de la Dirección Nacional de Educación y Formación Cívica

Ciudadana del Jurado Nacional de Elecciones 


La educación cívica ciudadana que se da actualmente en el país procura que se internalicen valores de igualdad, tolerancia, inclusión social y otros, que se expresan en las formas conductuales de reconocernos y aceptarnos tal como somos, en medio de una actitud de respeto que no quebrante el orden social. Esta educación es más dinámica que la observada en los siglos XIX y XX, donde voces desesperadas clamaban por la igualdad de todos los peruanos. Tampoco la inclusión social empezó a pensarse en el siglo XXI, porque ya hay asomos de su manifestación entre los hombres que debatieron y expusieron ideas en la Constituyente de Cádiz de 1810-1812

En nuestro tiempo se admite que en el proceso de la independencia hubo presencia de peruanos y de peruanas, que en algunos casos sus nombres han sido redimidos en los últimos tiempos. Los hombres y mujeres de la independencia del Perú han obrado desde diferentes campos, unos a través de las ideas, otros con la acción de las armas, con contribuciones económicas y de diferentes maneras, entregando la vida y la libertad por la causa de la independencia.

En Lima, al borde izquierdo del río Rímac hay una avenida cuyo nombre luce sin mayor explicación, ya que cuando hemos preguntado a algunas personas que viven por sus alrededores o pasan continuamente por ella, no saben quién fue Vicente Morales Duárez, ese limeño que dejó una huella que va más allá de su tiempo.

Vicente Morales Duárez: Constituyente en Cádiz

Uno de los peruanos mencionados en estos años, dentro del Bicentenario de la Independencia, y se ha tratado del inicio de la democracia representativa en el Perú, es Vicente Morales Duárez, un limeño que dejaría una huella profunda en el campo del Derecho, al punto que es el Patrono del Colegio de Abogados de Lima.

Morales Duárez nació en Lima el 24 de enero de 1755. Hijo de Vicente Antonio Morales y Santisteban, y de María Mercedes Duárez y Anzúrez. Fue alumno del Seminario de Santo Toribio y del Convictorio de San Carlos, del que sería maestro y en el que completó su formación jurídica; tras esto realizó sus prácticas en el estudio de Juan Felipe Tudela, graduándose el 7 de junio de 1779 como abogado, ante la Real Audiencia de Lima.

Este verdadero peruano fue miembro de la Sociedad Amantes del País, fundada por José Baquíjano y Carrillo, cuyo órgano de difusión, Mercurio Peruano, llevaba el mensaje de patria a todos sus lectores. Fue asesor de los virreyes Francisco Gil de Taboada y Ambrosio O’Higgins, en asuntos administrativos. Este último lo recomendó ante el Rey para presidir una audiencia real, en caso de vacancia, viajando a España en enero de 1810.

Establecido en España, se le nombró alcalde de Corte de la Real Audiencia de Lima, pero al poco tiempo fue elegido diputado suplente para representar al Virreinato del Perú ante las Cortes de Cádiz, en la que fue vicepresidente y después Presidente, en 1812. En esa jornada conformó la comisión de Constitución, llevando a cabo un trabajo que permite ubicarlo como un pionero de la inclusión social, tras abogar por la igualdad de peninsulares y criollos; asimismo, por la representación de americanos en el gobierno central y, manifestando un pensamiento de igualdad, se preocupó por mejorar de la condición de nativos americanos.

Poco después de Jurada la Constitución, fue elegido Presidente de las Cortes, el 24 de marzo de 1812. A los pocos días sufrió un ataque de apoplejía y falleció el 1 de abril de 1812. Se le enterró con honores de Infante de España, atendiendo a su categoría.

Del mundo inca al hispano y al republicano

Para entender el accionar de Morales Duárez, urge recordar que del mundo inca autocrático pasamos al hispano, donde el despotismo fue un rasgo generalizado. Al comienzo, esas situaciones de exclusión también afectaron a los criollos, que poco a poco lograron espacios de privilegio, en medio de esa sociedad estamental que los oponía en estratos irreconciliables, donde primaba el elemento biológico y cultural. Las exclusiones eran evidentes en cada aspecto de la vida cotidiana, al margen de la profesión de los dominantes, incluido el clero, los militares, civiles, y toda clase de funcionarios.

Le debemos al mundo de la ilustración, a las reflexiones de muchos pensadores del siglo XVIII, ese tránsito de súbditos a ciudadanos, que llevó a la construcción de un mundo con condiciones de igualdad para todos, a pensar en la “Libertad, Igualdad y Fraternidad” que, proclamada alrededor de la revolución francesa, se hizo universal y generó el trastoque social asomado en Europa y América a fines de la décimo octava centuria y a comienzos del siglo XIX.

1812 es el año clave asociado a la práctica de la democracia en el Perú, sin embargo, el fortalecimiento de la democracia siguió un camino lento, con algunas situaciones divorciadas del propósito de los hombres de la emancipación, que habían considerado a los indígenas y a los analfabetos, a quienes se les negaría la ciudadanía en la República.

La continuidad de la sociedad estamental impidió que los postulados de Morales Duárez se tomaran en cuenta en la República. Solo gradualmente se fue haciendo concesiones de ciudadanía, secuencialmente a los sacerdotes, las mujeres, los iletrados, los militares y policías en ejercicio, y los peruanos en el exterior.

Después se aprobaron las cuotas de mujeres en el parlamento y de los jóvenes en los municipios, la cuota de nativos, entre otras situaciones, y actualmente se admite que para vivir en democracia hace falta la internalización de valores como la igualdad, libertad, tolerancia, inclusión, y otros que fortalecen nuestra vida cotidiana, cuando se trata dé endosar o reconocer el poder de otros, como lo postulara Morales Duárez.

La Constitución de Cádiz de 1812, en cuya elaboración participó el peruano Morales Duárez, estableció el derecho de sufragio para los americanos. Esa Constitución de 1812, jurada solemnemente en Lima y en casi todo el territorio virreinal, se tomó como base para la Constitución de 1823; y aunque no se ha ubicado el texto en quechua, mencionado en las actas de la jura en la sierra peruana, se dejó constancia que fue leída en este idioma en los lugares de mayoría quechua-hablante, siendo esto -acaso- un asomo de inclusión social temprano.

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