| Daniel Bravo Dextre
La llegada de las Vírgenes Altareras al santuario de Yauca el sábado fue todo un acontecimiento masivo que se repite cada año desde hace 230 años, aproximadamente. Es un acto de fe que ha quedado perennizado en señal de gratitud eterna por los milagros concedidos por la santísima virgen en favor de los diversos pueblos del extremo sur de Ica.

Cada año, en la Fiesta de Yauca, las Vírgenes Altareras (en razón a su altar) son traídas a ritmo de tambor al santuario de Yauca para que presenten su saludo a la Santa Patrona de Ica. Se trata de los devotos de la Virgen del Rosario de Pachacútec, Virgen del Carmen de Yajasi (Pueblo Nuevo), Virgen Dolorosa de Los Aquijes y la Virgen del Rosario de Tallamana (Los Aquijes), infaltables en esta festividad religiosa.
Las vírgenes son traídas en hombros dentro de sus andas por los cargadores voluntarios desde sus lugares de origen. Nos es una procesión convencional, sino que existen mayordomos y caporales (mayorales) que, a punta de látigo y al sonido de tambores, obligan a los devotos a que vayan con prisa para llegar el sábado a tiempo, víspera de fiesta, al santuario.
La llegada en realidad se cumple días previos al día central. Pero, es costumbre que las Vírgenes Altareras presenten el sábado su saludo a la santísima Virgen de Yauca, a las 6:00 de la tarde, coincidiendo con la llegada de los primeros peregrinos.
Muchos de los devotos cargadores para armarse de valor y fuerza, previamente beben el puro de uva y así llegan fatigados a la casa de oración. No todo termina ahí, porque luego del saludo los devotos y las vírgenes salen de la iglesia y la rodean al sonido de tambores tomando su posición en las cuatro esquinas del santuario, donde reposan en sus altares para la procesión del día domingo. Recién el día lunes al mediodía retornan a sus lugares de procedencia.
Antecedente
La procesión de las altareras es muy antigua y sus orígenes se remontan a la fecha en que la Virgen del Rosario de Yauca fue hallada solitaria en el inhóspito desierto de ese distrito, donde se ubica ahora su santuario.
Por esos años, en tiempos de la colonia, los distritos de Yauca, Los Aquijes, Pueblo Nuevo y Pachacútec, según las tradiciones orales, se hallaban sumidos en una especie de maldición divina, en señal de castigo por hacer sacrificios humanos y hechicería.
Las vacas, cerdos y ovejas no se reproducían, mientras que los campos de cultivo no daban frutos. Los pobladores de ese extenso sector -literalmente- se morían de hambre y en sus oraciones imploraban a Dios para que los libere de ese conjuro colectivo.

Precisamente, hace 230 años apareció en el desierto de Pampahuasi la virgen de Yauca y fue descubierta por unos campesinos, quienes la llevaron hasta el caserío cercano de Cocharcas para rendirle oración; pero, sorprendentemente al día siguiente desapareció y fue hallada nuevamente entre los matorrales donde se le encontró. Esta experiencia se repitió varias veces y los lugareños entendieron que la virgen quería permanecer donde se ubica actualmente. La estatua tenía al Niño Jesús y un rosario nacarado en sus manos.
Al no poder retirarla del desierto, es que los campesinos decidieron construirle en el mismo lugar una humilde capilla. El milagro esperado no tardó mucho tiempo. Los lugareños dejaron sus cultos paganos y la hechicería, reemplazándolos por su veneración a la santísima Virgen del Rosario. Al poco tiempo la tierra comenzó producir panllevar y el ganado a reproducirse.
Por este motivo, en cada fiesta de Yauca los devotos traen las vírgenes altareras para presentar su saludo a la santa Virgen del Rosario, en señal de agradecimiento por haberlos liberado de ese conjuro que les causó mucho daño.

Hace más de cuatro décadas, un obispo trató de evitar que las vírgenes altareras y los cargadores ingresen al santuario. Los devotos se revelaron y no aceptaron esa imposición que iba contra la tradición. El argumento fue que los acompañantes llegaban ebrios a la iglesia. Después de ese incidente todo continuó igual hasta nuestros días. Se calcula que llegan más de mil devotos de comunidades nativas de Ica. Los músicos sólo tocan tambores con una sola tonalidad en paso ligero.
