Y llegó a su final otro «Festival Internacional de la Vendimia»…

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Y llegó a su final otro «Festival Internacional de la Vendimia»…

El domingo último, el iqueño Javier Luna Elías, por una televisora capitalina, hizo una remembranza de los inicios de esta celebración tan propia a nuestro medio.

Así lo refiero, ya que nuestra región (y nuestro país) son netamente agrícolas, y esto es una característica universal; la agricultura siempre ha estado identificada con la vida: permite al hombre vivir al poder aprovechar los cultivos y tener más tiempo para ocuparlo en su educación al volverse sedentario, creando el concepto del huerto, dejando de ser nómade. Tendrían que pasar millones de años para que esto suceda.

El cultivo, que en un principio se dio de especies que podemos llamarlas «nativas», mediante la observación humana se pudo distinguir que en algunas plantas el fruto de una rama difería del otro. Surgió así el «injerto», el «acodo» y para la vid el «sarmiento», que permitía rapidez y calidad para el producto final, esto es la VID.

Javier Luna, en su visión retrospectiva nos hizo evocar (a quienes superamos los 50 abriles) aquellas festividades anteriores, tanto locales como internacionales. Fueron sus invitadas, las hermanas Fernández, Cristini, Orietta y Gisella, quienes en su momento presidieron dicha fiesta, la primera como Reina local y la segunda, Majestad del Primer Festival Internacional.

Ica, en esas épocas era zona predominantemente vitivinícola y algodonera. Y pisquera. Javier nos recordó que durante mucho tiempo a nuestro Pisco lo llamábamos «Aguardiente», que es en realidad el nombre genérico, y trajo vivencias sobre esas épocas pretéritas.

Mencionó el mango verde; le faltó recordar las naranjitas de Quito y alguna otra que escapa a mi memoria, para evocar las delicias y travesuras de la niñez y juventud iqueñas. No está demás mencionar también las tejas de Evangelina, el manjarblanco de leche batido a mano en perol de cobre, donde el de pallar era un insulto al buen paladar. Quizás ya era difícil degustar el «huevochimbo» y la «nuesnada» o la deliciosa «mazamorra de uva» bañada en leche y hasta una tajada de bizcochuelo remojado en el dulce extra viejo «Señorial».

Se dice que recordar es vivir, pero también lo es para ENSEÑAR y no retroceder cometiendo errores u omisiones sobre actitudes que ya deberían ser superadas. Ica es campesina, es CHOLA a todo orgullo y eso es lo que se debe resaltar. Su folklore no es negro, es básicamente criollo.  Allí está nuestro Señor de Luren, ese CHOLO LINDO (también lo quiero como «negrito») que nos cuida desde su Santuario, nos identifica y une como iqueños. Allí están los cantos de la campiña que recogen y perpetúan Juan Donaire Vizarreta en «Campiña Iqueña» y los hermanos Ricardo y Pedro Caso Uría en «Tres hermanos», o si nos remontamos algo más atrás, en la narración costumbrista de Francisco Flores Chinarro Guerrero de «Cuidado con las Jaranas», donde aparece una canción a la Huacachina, que alguien quiso enlazar como antecedente a la pegajosa polka actual, segundo himno iqueño.

El pisco, por otra parte, es quizás, el destilado que más se identifica con nuestra realidad nacional. Es mestizo, es mezcla. Allí está el «Acholado» como ejemplo y, por otra parte, muchas familias extranjeras productoras (italianas principalmente) lo adoptaron como producto principal y es el actual boom en los mercados extranjeros. Lástima que su elaboración sigue siendo pequeña para poder abastecer una demanda cada vez más creciente. El Estado debería favorecer esta industria, ya que constituye uno de los baluartes de la marca PERÚ.

Mucho más de medio siglo de Festival implica toda una vida, pero este, nos parece, en vez de avanzar, languidece más y más, promoviéndose eventos y espectáculos que en su mayoría dejan mucho que desear, y, es más, algunos ni buscan reflejar nuestra realidad que en su gran mayoría desconocemos.

Toda ciudad o región vive mucho del turismo, pero pareciera que acá con la dejadez y en Cusco, con sus continuas revueltas y paros, se pretende matar a la gallina de los huevos de oro. Ojalá no sea así.

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