Mg. Juan Carlos Romaní Chacón
Presidente del Comité Patriótico Bicentenario
de la Independencia del Perú – Provincia de Ica
Parte de Guerra
29 de diciembre de 1820 – 2024
204 años del Combate de Huancayo
Homenaje a José Félix Aldao (Argentina)
Homenaje a Isidoro Caravedo (Ica – Perú)
La gesta heroica de un puñado de campesinos iqueños y campesinos wankas frente al Ejército Virreinal
En esta edición presentamos valiosos extractos del libro “Epopeya de la Libertad” del coronel EP (r) Manuel C. Bonilla, editado en el año 1921; vale decir, exactamente hace CIENTO TRES AÑOS, en el marco de las celebraciones por el Centenario de la Independencia del Perú. Las siguientes líneas contribuirán a brindar nuevas luces sobre la verdadera historia del Perú, desde una mirada diferente: la historia de las provincias y participación y acción patriótica en la guerra de la Independencia del Perú y Sudamérica (1820 – 1826).
Del Libro “Epopeya de la Libertad”
Parte de Guerra del Combate de Huancayo
(29 de diciembre de 1820)
Señor General en Jefe del Ejército Libertador del Perú.
Excmo. señor:
Por orden del Sr. General de vanguardia, comunicada al comandante general de esta división, tomé su mando el 28 del presente mes, en las apuradas circunstancias de encontrarse campadas las fuerzas combinadas de Ica y provincia de Jauja, en el pueblo de Huayucachi, a cinco leguas de Acostambo, donde se hallaba el enemigo. Hasta el momento de mi recepción no teníamos noción alguna de sus fuerzas efectivas; lo que me obligó inmediatamente a partir en persona, con una partida de buena caballería a su mismo campo, a reconocerlo militarmente; pero la densa humareda que se levantaba de dicho pueblo, incendiado por el enemigo, no me permitió otra idea, por lo que hace a su número y calidad, que la de ascender a dos mil hombres, cuya cuarta parte debería ser la única tropa útil para un combate. Bajo este concepto, al día siguiente a las diez de la mañana, formé mi línea de batalla y a las seis y media me representaron los oficiales de las tropas de Huancayo, Jauja y Tarma, que los soldados de sus cuerpos y ellos no se batirían en modo alguno en ese punto, por lo desarmados de ellos, y porque serían arrollados por la caballería enemiga. Hice inmediatamente que se reuniesen los coroneles comandantes de los cuerpos, para que estos expusiesen lo conveniente; y el último resultado fue el de que nos replegásemos al pueblo con el objeto de retirarme en el orden posible sobre Jauja. Llegado que fui a Huancayo lo primero que traté fue el montar bien mi caballería, y emprestando (sic), un caballo a los oficiales de infantería logré ponerla bajo un pie halagüeño. Los oficiales todos que para el efecto anterior se habían reunido, me dijeron por sí y a nombre de su tropa, y por el pueblo, que estaban decididos a derramar su sangre en defensa de la libertad, hogares y familias siempre que no retirase mis fuerzas de su país, tan comprometido y del mérito de Huancayo: que de milicias estaban a mi disposición como cinco mil hombres; que sus armas eran en verdad palos, hondas, y rejones, pero que las tropas que trajese Ricafort, en su mayor parte, eran de la misma condición que las suyas; con la diferencia, que las del enemigo eran forzadas y una gente mercenaria, sin espíritu público y sin el interés vivo que las nuestras. Esta representación, su modo y especialmente la idea que yo adquirí de la superior y bien montada caballería enemiga, con el ningún tiempo para una concertada y no expuesta retirada, me decidieron a esperar al enemigo y batirlo en las inmediaciones de Huancayo. Como a las tres de la tarde se puso el enemigo a tiro de mi artillería, formado en dos columnas de ataque, poniendo a su frente dos compañías de tiradores y apoyados sus flancos en dos trozos de caballería, que hacían en masa más de trescientos hombres. En esta forma marcharon sobre mi tropa, parapetada en unos edificios ruinosos, hasta que a tiro menos que de fusil hicieron alto, y destacando yo inmediatamente una compañía de tiradores, con cincuenta hombres de caballería, se replegaron las dos compañías de su frente sobre la columna sólida y haciendo uso de dos piezas de artillería, una de calibre de campaña, y otra de batalla, contra mi división, al mismo tiempo que su caballería en dos trozos, se dirigió por mis flancos con el objeto de cortar mi retirada. Esto y las descargas cerradas de su infantería, desconcertó mi tropa, al cabo de dos horas de fuego el más vivo: contribuyendo más a su total desaliento, la deserción de los oficiales y soldados de milicias, que a la hora del combate se manifestó en el todo, que mandaba el Sr. Intendente de Tarma, teniendo este bravo coronel el dolor de ver pasar al enemigo casi toda la compañía de Victoria, (15), y sin más oficiales subalternos, que unos cuantos que le ayudaron en el acto del combate, y el ayudante mayor accidental del Estado Mayor, y en propiedad del regimiento de caballería de Ica, D. Isidoro Caravedo, quienes a pesar de sus esfuerzos, no pudieron contener ni a oficiales ni a soldados, que recomiendo a V.E. A las tres horas de combate, en vista de lo anterior y de que el único artillero mío, ebrio enteramente, no acertaba a ofender al enemigo me fue preciso tocar la retirada; pero sólo he conseguido salvar de los míos ciento sesenta hombres con sus respectivos armamentos, y sigo mi retirada por Jauja, hasta donde el señor Arenales, y al lugar que me permita el enemigo, con todos mis ofi — (15) .- Esta compañía era del batallón español Victoria, partícipe de la derrota del 6 de diciembre en Pasco, que aprovechó la ocasión para volver a su lado. —- …. oficiales menos tres, de cuya existencia nada sé, y cuyo mérito manifestaré oportunamente a V.E. Manteniéndose siempre el enemigo en columna cerrada, no puedo asegurar si toda su fuerza es veterana; pero su caballería llegará a 350 hombres útiles y bien montados. – Concepción de Jauja y diciembre 29 de 1820. – Dios guarde a V.E. muchos años. – J. Félix Aldao.
Como consecuencia de este fracaso, Bermúdez y Aldao se separaron después de serias desavenencias, el primero se fue a Huaura y después se pasaría al bando realista y el segundo con los rezagos de su derrota, organizaría nuevas fuerzas, las cuales mantendrían siempre flotante, la enseña de la patria. Otero acudió en su ayuda y ambos prepararon la resistencia en el valle del Mantaro. Pero Ricafort o no queriendo hacer más escarmientos o comprendiendo lo preciso o precioso de los refuerzos a Lima, orientó su marcha a ella, donde llegó en enero de 1821, por la quebrada de San Mateo, habiendo sufrido las constantes hostilidades de los pueblos del tránsito.
Aldao regresó de Tarma recuperando para la patria el territorio donde había actuado, propuesto a cerrar el paso en el puente de Izcuchaca a un destacamento conducido por Carratalá, con lo cual terminan los sucesos de la campaña libertadora en 1820.