
| Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda
Historiador, director del Museo Electoral y de la Democracia
de la Dirección Nacional de Educación y Formación Cívica
Ciudadana del Jurado Nacional de Elecciones
Como hemos dado cuenta en algunas publicaciones, en 1931 ganó las elecciones presidenciales Luis M. Sánchez Cerro, en un proceso electoral cuestionado por los apristas, que alegaron fraude. Sin embargo, para Luis Antonio Eguiguren esta experiencia dejó de lado antiguos vicios electorales, en su opinión, con la creación del Jurado Nacional de Elecciones ya no hubo la manipulación parlamentaria de cuando el pueblo votaba, pero el congreso calificaba los actos electorales.
El gobierno de Sánchez Cerro se truncó con su asesinato en abril de 1933, sucediéndole Oscar R. Benavides, presidente que convocó a elecciones en 1936. Participaban en esta contienda, por el partido Republicano, Manuel Vicente Villarán; por la Unión Revolucionaria, el ayabaquino Luis A. Flores; por el Partido Social Demócrata, Luis Antonio Eguiguren, y por el Frente Nacional, Jorge Prado Ugarteche.

Al avecinarse las elecciones de 1936, el 14 de julio de ese año, Eguiguren se dirigió a sus contendientes solicitando una especie de pacto ético, instándolos a actuar dentro de la legalidad, lo que mereció una respuesta similar de los otros. Eguiguren había ganado el prestigio como el diputado nacional de más alta votación electoral en 1931, presidiendo la Asamblea Constituyente.
Un pacto ético electoral
Dejando de lado los distanciamientos ideológicos, en 1936 propuso a Villarán, a Prado, a Flores y a otros políticos que expresaran su manifestación oficial con respecto a la legalidad de la lucha electoral en un ambiente de justicia, verdad y de cultura, como correspondía a los candidatos y a la lucha electoral, y a la ciudadanía en general, es decir, con hábitos de convivencia pacífica, sin violencia y sin la agresión física y verbal. Eguiguren propuso a los candidatos:
a) Que cada candidato, representando a los partidos que lo han nominado y manteniendo cada cual sus propias ideologías, declare que se compromete a la dignificación de la lucha electoral por todos los medios que están a su alcance;
b) Que todos los candidatos pidan al gobierno el más amplio respeto a la libertad de prensa, de opinión, de reunión y de emisión del voto;
c) Que todos los candidatos se comprometen a procurar que las elecciones constituyan la expresión real de la soberanía nacional, sin fraude ni atropellos, que solo engendrarían nuevas luchas para el gobierno próximo;
d) Que, como compromiso sagrado, todos los candidatos acuerden respetar a los vencidos, en caso del propio triunfo; y a comportarse como oposicionistas leales y respetuosos, en caso de ser vencidos;
e) Firmado este acuerdo, los mismos delegados que lo firman lo pondrán en conocimiento del Gobierno, seguros de que merecerá su aprobación, porque interpreta el anhelo de toda la ciudadanía”.
Una sombra en el camino de la democracia
Los candidatos a la Presidencia de la República estuvieron de acuerdo con estos principios de “dignificación y limpieza de la lucha electoral”; y, pese a que Eguiguren ganó las elecciones de 1936, su triunfo fue desconocido bajo el argumento de haber triunfado con votos apristas. El Congreso, yendo contra la legislación vigente, eligió a Oscar R. Benavides para terminar el gobierno de Sánchez Cerro, al militar que había protagonizado en 1914 un golpe de Estado al presidente constitucional Guillermo Billinghurst. En 1936 atentaría nuevamente contra la democracia, desconociendo la voluntad popular en las elecciones de ese año. De esta manera se cumplieron sus propósitos de continuar en el poder hasta 1939.
El comportamiento de Eguiguren con respecto al ritmo que debía seguir el proceso electoral de ese año, refleja el espíritu de un hombre con principios y con actitudes de respeto hacia los otros. Su obra en el campo del Derecho y de la Historia es suficiente para conocer a un personaje al que se le negó la oportunidad de ser presidente de los peruanos. Eguiguren falleció en 1967 y representa una fortaleza dentro de la historia de la democracia en el Perú.
Luis Antonio Eguiguren Escudero nació en Piura el 21 de julio de 1887, hijo de Francisco José Eguiguren Escudero y de Josefina Escudero Menacho. Su padre que era magistrado, llegó a ser senador y Ministro de Justicia e Instrucción. Entre 1901 y 1903 estudio en el Colegio San Miguel, ingresó a la Universidad de San Marcos donde optó los grados académicos de Doctor en Letras en 1913, y al año siguiente en Jurisprudencia, con la tesis «El ayllu peruano y su condición legal. También, en 1914 se doctoró en Ciencias Políticas y Administrativas.
Desde joven lo atrajo el tema de la política, titulando su tesis de Bachiller en Ciencias Políticas y Administrativas: «Intervención de los estudiantes en la vida Política», y su tesis doctoral: «Necesidad de una tradición diplomática en el Perú».
Congresistas por Ica en 1936
Se mantuvieron los elegidos en 1931, al prolongarse por tres años el período del Legislativo, entre ellos, por el partido Unión Revolucionaria, Enrique Escardó Salazar, nacido en Pisco en 1878 y fallecido en Lima en 1945. Gonzalo Carrillo Benavides fue el representante por la provincia de Chincha, también por Unión Revolucionaria; por la misma agrupación representó a Ica, José Matías Manzanilla Barrientos, desde 1931, y desde 1933 a 1939, ocupó el cargo de Ministro Plenipotenciario en Italia.
Por el Partido Descentralista, representaron a Ica César Balocchi Silva y Enrique Villagarcía Humaga, de quienes ya dimos cuenta en un artículo publicado en este medio de difusión, al tratar sobre el asesinato de Luis Miguel Sánchez Cerro.