José Baquíjano y Carrillo, un peruano trascendente

| Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda

Historiador, director del Museo Electoral y de la Democracia

de la Dirección Nacional de Educación y Formación Cívica

Ciudadana del Jurado Nacional de Elecciones

Cuando aún vivimos las emociones con las que se han venido celebrando fechas trascendentes por el Bicentenario de la Independencia del Perú, desde este medio hemos hecho mención en varios artículos que la conciencia de patria se obtiene después de un proceso en el que muchos de los actores tienen un propósito definido, orientado conscientemente hacia un objetivo bien definido, y eso ocurrió con la generación de intelectuales que a fines del siglo XVIII se agruparon en Lima, bajo una bien organizada institución que se conoce como la Sociedad Amantes del País.

Y así fue. Los peruanos post tupacamaristas eran bastantes reflexivos sobre la realidad que vivían; habían madurado ya lo suficiente como para continuar bajo el dominio de la Corona de Castilla que, si bien jurídicamente -se asegura- procuró una legislación considerada de benéficos para todos, lo cierto es que la sociedad estamental era tan fuerte que resultaba imposible continuar atados por un mismo vínculo político.

En medio de este protagonismo se destaca la presencia de un gran limeño, de uno de esos hombres que se hizo trascendente por su pensamiento claro y definido, que llegó en algunos momentos a asumir una posición de clase con respecto a los estamentos sociales menos favorecidos en el reino del Perú. Ese personaje se llamó José Baquíjano y Carrillo, nacido en Lima, de acuerdo a su biógrafo, el historiador piurano Miguel Maticorena Estrada, el 13 de marzo de 1751, y fallecido en Sevilla el 24 de febrero de 1817.

Miguel Maticorena Estrada publicó la biografía de José Baquíjano y Carrillo, precursor e ideólogo de la Independencia, en la colección documental que el gobierno militar -encabezado por el piurano Juan Velasco Alvarado- entregó a los peruanos al cumplirse los 150 años de la independencia patria; el texto tiene 632 páginas, incluida la transcripción de los documentos relacionados con el ilustre peruano.

El precursor fue hijo de Juan Bautista Baquíjano y Urigoen, y de María Ignacia Carrillo de Córdoba y Garcés de Marcilla. Terminados sus estudios de Latinidad, ingresó al Seminario Conciliar de Santo Toribio y, en la Universidad de San Marcos, siendo muy joven optó los grados de Bachiller en Cánones (1765) y de Doctor en Leyes y Cánones (1765). Se recibió como abogado ante la Real Audiencia en 1769.

Fue secretario, del obispo electo de Cusco, Agustín de Gorrichátegui en 1772. Este pastor de almas conocía las cualidades intelectuales del precursor, desde cuando fue rector del seminario, y Baquíjano y Carrillo, alumno del plantel, participó en el Concilio Limense de 1772, en el que el obispo Martínez Compañón, de grata recordación en Piura, actuó como secretario. Fueron dos personajes destinados a dejar huellas en la historia nacional.

En Lima, fue incorporado a la Real Audiencia como fiscal de crimen interino (1780), y nombrado protector general de los indios de la jurisdicción de la audiencia. Es en estos años que hizo la defensa de los caciques Bernardo Tambohuacso y Pedro Cimbrón, en 1781; conocemos estos documentos, por la mencionada publicación del historiador piurano Miguel Maticorena Estrada, quien hizo la transcripción literal.

Durante la recepción que la Universidad tributó al virrey Agustín de Jáuregui, el 27 de agosto de 1781, pronunció un discurso en nombre del claustro, con conceptos contrarios a la violencia ejercida por las autoridades españolas, textos considerados como sediciosos por las autoridades hispanas, quienes dispusieron el recojo de la impresión para enviar los ejemplares a España. En este discurso se ve claramente el reclamo de reconocimiento de igualdad para los nacidos en América.

En 1790 promovió la formación de la Sociedad Académica de Amantes del País, de la que fue presidente en 1791 y 1792, Baquíjano y Carrillo tuvo una gran influencia sobre el círculo intelectual que la componía, entre los que se contaba a Hipólito Unanue. Se afirma que Baquíjano y Carrillo fue un convencido sostenedor de un liberalismo equilibrado, que se refleja en las páginas del Mercurio Peruano. En 1806 fue promovido al cargo de oidor de la Real Audiencia.

El Mercurio Peruano, promovido por la Sociedad Amantes del País, fue el instrumento a través del cual se vendió la idea de patria a los peruanos; esta revista tuvo lectores en todo el virreinato y fuera de él. Hay varios suscriptores de Ica, Arequipa, Piura, y una publicación sobre lo que eran los antiguos corregimientos de Piura en el Perú de la segunda mitad del siglo XVIII.

En 1812 fue designado vocal del Consejo de Estado que debería regir los destinos de España y sus dominios durante la cautividad de Fernando VII, esto equivale al reconocimiento de un ciudadano meritorio y aceptación de los derechos políticos de los peruanos, quienes le tributaron múltiples muestras masivas de alegría, llegando a preocupar al Virrey Abascal.

Llegó a España cuando el movimiento liberal se debilitaba frente al absolutismo del rey Fernando VII; el criollo peruano fue mirado con recelo, disponiéndose su confinamiento en Sevilla en 1815, ciudad en la que murió el 24 de enero de 1817. Baquíjano y Carrillo heredó el título de Conde de Vista Florida, por muerte sin sucesión de su hermano Juan Agustín.

Finalmente, destacamos una apreciación textual de Maticorena sobre el precursor, de quien nos dice “En José Baquíjano destacan dos actitudes respecto a minorías o planteamientos de Independencia política. A veces se aproxima o colabora con grupos que preparan la Revolución. En otros casos se muestra distanciado y crítico de proyectos separatistas. Además, hay otros testimonios que ponen en evidencia, podría decirse, una tercera posición. Basada en la Autonomía o en el concepto de “independencia eventual”, deja entrever la idea de una separación gradual o por etapas”. Lo cierto es que fue uno de los amantes del país que en breve se alzaría en el consenso de las naciones libres, en un Estado que renacía después de casi tres siglos de dominio extranjero.

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