Francisco Pizarro, y la pérdida de poder en el Tahuantinsuyo

| Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda

Historiador, director del Museo Electoral y de la Democracia

de la Dirección Nacional de Educación y Formación Cívica

Ciudadana del Jurado Nacional de Elecciones

A Francisco Pizarro, conquistador del Perú, se le asigna como fecha de nacimiento el 16 de marzo de 1478, aunque también se señala otros días de ese mismo año. Lo cierto es que el futuro conquistador del Imperio de los Incas nació en Trujillo de Extremadura, España, y su vida sería luego una sucesión de hechos a los que unos repudian y otros tratan de manera ecuánime, entendiendo su conducta en América, sobre todo en el Perú.

En medio de todo esto, bien vale preguntarnos sobre si el protagonismo de Pizarro en tierras de los incas obedeció a una desviación social negativa criminal o fueron las circunstancias, en medio del contexto social del momento, lo que lo llevó a protagonizar ese comportamiento indecible y controvertido, para muchos.

Conocemos gran parte de la historia de Francisco Pizarro, a través de las publicaciones del historiador José Antonio del Busto Duthurburu y de otras publicaciones que tratan en parte sobre él, como lo dado a conocer por Juan José Vega y otros que tratan sobre la conquista del Perú, siendo el primero de los mencionados el más versado en este tema.

Sabemos que, en 1502, Pizarro llegó al Nuevo Mundo en la expedición de Nicolás de Obando, que había sido designado nuevo gobernador de La Española; sin embargo, de esta época de su vida queda poca información. Poco tiempo después se descubriría el Mar del Sur, después Océano Pacífico, estando presente en ese hecho histórico.

Se anota que en 1509 estuvo en el recién fundado San Sebastián de Urabá, base de la futura ciudad de Cartagena de Indias, actual Colombia, donde quedó Pizarro como jefe por 50 días, al retornar Alonso de Ojeda a La española; participaría luego en expediciones en América Central y Colombia, al año siguiente. 

El gobernador de Panamá le asignó un repartimiento de indígenas y ganado. Fue Pizarro quien apresó a Balboa antes de su injusta muerte en 1519, y tras esto se le ubica como alcalde y encomendero de Panamá, hasta 1523. Al año siguiente se asoció con Diego de Almagro y Hernando de Luque con el propósito de conquistar el Imperio incaico, acción que había pretendido -en 1522- Pascual de Andagoya, sin el éxito que esperaba.

A Panamá llegaban constantes noticias de la existencia de los incas, y Pizarro ya no tuvo dudas para proponerse la conquista de la zona anunciada como muy poblada y muy rica. Quizá ese fue su norte o su obsesión, para bien o para mal, la idea lo fue ganando hasta convertirse en la brújula y en la acción orientadora de su propio destino.

Tras un frustrado primer viaje hacia el Perú, vendría otro en 1526, llegando hasta las costas del río Santa, deteniéndose en su viaje, tanto a la ida como a la vuelta, en Paita y en Sechura. En Sechura se detuvo y fue agasajado por la Capullana del lugar, mujer con mando, en tiempos que en la sociedad piurana la mujer gozaba del empoderamiento que se le negaba en otros espacios.

La Capitulación de Toledo se firmó en 1529 y el Rey Carlos I le concedió derechos de dominio sobre la zona de Perú hasta el Cusco. En 1531 Pizarro salió de Panamá con 180 soldados, siendo en parte favorecido por la leyenda sobre la llegada del dios Wiracocha, quien regresaría desde la tierra del sol poniente, cuya descripción física coincidía con la presencia de los europeos.

Llegados a Tumbes los conquistadores, y después de derrotar a los naturales del lugar, continuaron hacia el sur, avistando el Valle del Chira, en cuyas tierras se hizo la fundación de San Miguel, en la aldea tallán de Tangarará, el 15 de agosto de 1532. Así comenzó la planta urbana en el Perú con el modelo europeo, trazándose las villas y ciudades a la usanza española.

Ante las noticias que llegaron a Atahualpa de parte de los tallanes, el inca creyó en el origen mitológico de los conquistadores, hasta el desencanto que tuvo el día de su captura; mientras no se terminaba la guerra civil que lo enfrentaba a su hermano Huáscar, legítimo sucesor de Huayna Cápac.

Los españoles, desde el desembarco en Tumbes, percibieron que llegaban hasta el espacio de una civilización avanzada, con sistemas de irrigación insuperables; quizá tenían noticias de la realidad mexicana, tras someter a los aztecas, donde también se deslumbraron por el grado de desarrollo de esos pueblos.

Los recién llegados tenían idea de la cifra exacta de los hombres de Atahualpa, intuyendo lo difícil que sería la conquista militar. El 17 de noviembre de 1532 los españoles, preparados para la batalla y con la participación del obispo Vicente Valverde -que propuso el sometimiento a la Corona de Castilla y la aceptación del catolicismo, con el desprendimiento de sus creencias religiosas, con el consiguiente rechazo de Atahualpa-, Pizarro ordenó abrir fuego y sacar las espadas, generándose una mortandad que acabó con la captura del inca, a quien ni la promesa del rescate pudo salvar de la muerte que ya estaba anunciada.

Atahualpa tuvo varias estrategias para conseguir su libertad, ofreció a Pizarro contraer matrimonio con su hermana favorita, Quispe Sisa, hija de Huayna Cápac, a quien se le bautizó como Inés Huaylas, con la que tuvo dos hijos: la primogénita, Francisca Pizarro Yupanqui, y Gonzalo. Asimismo, propuso a Pizarro llenar la habitación con oro y, luego, con plata. 

Tras la ejecución del Inca en 1533 vendría la marcha y toma del Cusco, procurando una cercana alianza con los huascaristas de la nobleza incaica. La conquista del Cusco tendría, el 15 de noviembre de 1533, una página de heroica resistencia, bajo el comando del general atahualpista Quizquiz, quien no pudo evitar la pérdida de la ciudad, viniendo tras esto las alianzas de los pueblos sometidos por los incas con los conquistadores, a quienes inicialmente consideraron como sus salvadores.

Después de pensar en Jauja como la ciudad capital para el nuevo territorio conquistado, se fundó la Ciudad de los Reyes, hoy Lima, el 18 de enero de 1535, que se consideraría luego, capital del Virreinato del Perú.

Frente a los deseos de poder por gran parte de los conquistadores, y situaciones de privilegio para unos y de postergación de los otros, fue inevitable la guerra civil que terminó con la muerte de Francisco Pizarro, en Lima, el 26 de junio de 1541. El complot del asesinato fue liderado por los almagristas, quienes tras consumar el asesinato gritaron ¡Viva el Rey, muera el tirano!!!!!

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