Cajón de sastre

De qué hablo cuando hablo de montar bicicleta. (Locura bendita)

Segundo Florencio Jara Peña

Hace unos días recibí la llamada de un amigo. Está dedicado a la actividad académica y sus eventos le llevan a distintos puntos del planeta. Un día está en México y el fin de semana en Europa. Es su pasión. Me pidió que participe de un evento académico internacional en la ciudad. Me dijo el tema que tratarían. Le dije que eso me había dejado de apasionar, que ya no era de mi interés. ¿Qué te apasiona entonces?, me preguntó. La bicicleta, le dije. ¿Puedo exponer sobre eso? Le pregunté sardónico, sólo por incordiarlo. No, me dijo cortante. Sobre eso no.

De vuelta a casa, me despojé del disfraz formal que uso en la oficina, monté mi bicicleta y me puse a pedalear con el viento helado del desierto acariciándome el rostro.

La pasión por el ciclismo es un fuego interno que impulsa a superar límites y explorar horizontes. Es el corazón desbocado, como los caballos chúcaros, al enfrentar una cuesta empinada, la determinación en cada pedaleada contra el viento y la libertad que se siente al deslizarse por caminos abiertos. Es el amor por la aventura, la naturaleza y el desafío personal. El ciclismo no es solo un deporte, es una forma de vida que enseña resiliencia, fomenta la salud y celebra la alegría del movimiento. Al carajo los accidentes, al diablo las caídas aparatosas, mientras se tengan fuerzas para pedalear. Es, en esencia, la búsqueda constante de superación y disfrute. Montar en bicicleta es una experiencia que trasciende lo físico. Es más que pedalear y sentir el viento en el rostro. Es un viaje hacia la introspección, una danza con la naturaleza y una conexión con uno mismo. Es el pedaleo jadeante, con las sienes martillando a cien por hora, la mirada hacia el horizonte frente al día que agoniza, como sacada de una escena de película cuando Forrest Gump, ese loco entrañable, corría por la cinta del asfalto infinito donde, al final, se veía cómo una pequeña esfera anaranjada se hundía dando paso a la noche.

En la soledad de la ruta, los pensamientos fluyen como las ruedas sobre el asfalto. El sol naciente pinta el horizonte con tonos dorados y la brisa acaricia la piel. La lluvia, los vientos y las neblinas se convierten en compañeros de ruta, desafiando la resistencia y despertando los sentidos. Cada paisaje extremo es una obra maestra. Los campos verdes se extienden hasta donde alcanza la vista, las montañas se alzan majestuosas y los ríos serpentean como hilos de plata. Locura bendita.

De qué hablo cuando hablo de pedalear, hablo de hacer mindfulness sobre ruedas. La mente se aquieta, y el corazón late al ritmo de los pedales. La vida es como estar en medio de un torbellino, con todo volando a su alrededor: problemas, estrés, bribones con los que tienes que lidiar, basura contaminando la mente, mil cosas por hacer. Parar ese torbellino es como dar de vientre al wáter y tirar de la cadena: la mierda simplemente al albañal.

Aunque parezca una paradoja, pero montar una bicicleta es como tener un control para pausar la vida y respirar. Puedes, a la vez que las ruedas van devorando los caminos, darte cuenta de lo que pasa aquí y ahora, sin juzgar. Es como ser el director de tu propia película y decidir enfocar la cámara en lo que realmente importa, con soundtrack incluido. Es aprender a estar en el momento, sentir cómo respiras, cómo tus músculos se tensan al girar junto con los pedales, cómo el sol calienta tu cara. No es magia, pero puedes entrenar a tu mente para que, en vez de irse por las ramas con cada problema que te sale al paso, se quede tranquila, centrada. Es como surfear: las olas de los afanes cotidianos van a seguir viniendo, pero el surfista aprende a montarlas, a no dejar que lo tumben. Locura bendita.

De qué hablo cuando hablo de montar bicicleta, hablo de que es un espacio para crear, para imaginar historias que se plasmarán en blanco y negro y en la memoria. Es un diálogo silencioso con la naturaleza y con nosotros mismos.

Montar bicicleta es como tener alas en los pies. Es esa sensación de libertad cuando el viento te golpea la cara y sientes que eres capaz de ir a cualquier parte. No es que solo tus piernas se mueven, es tu mente la que vuela. Mientras pedaleas, las ideas fluyen, las historias se tejen solas, como si cada vuelta de rueda fuera una línea de un cuento, de un artículo, de una novela, de una idea que difundir (1), pues a la vez que vas agarrando el ritmo y la cadencia al pedalear, tu cabeza va a mil por hora, creando personajes, aventuras, situaciones mil. Es la chispa que enciende la imaginación, que transformará las palabras en universos enteros donde cada frase es un latido y cada párrafo, un jadeo de cansancio. Es el ansia insaciable de explorar historias, de vivir mil vidas y de viajar a otros tiempos y a otros mundos, a medida que vas deslizándote por la trocha. Cada pedalada es un paso hacia la libertad, hacia la belleza que se revela en cada kilómetro recorrido. Locura bendita.

Entonces, de qué hablo cuando hablo de montar bicicleta, hablo de que pedalear no es solo un ejercicio para el cuerpo, es gimnasia para el cerebro. Te pone creativo, agudo, listo para resolver problemas o inventar mundos. La bicicleta es la nave, la máquina del tiempo, la compañera de viaje en la ruta de la imaginación. Eso es pasión por el ciclismo.

No. Mi amigo el académico acartonado nunca me habría entendido.

Locura bendita

En el silencio de la ruta las ruedas giran como pensamientos. El sol tiñe el horizonte y la brisa acaricia la piel.

Lluvias, vientos, neblinas: compañeros de viaje, pintando paisajes en las retinas, como salidos de pinturas paisajistas.

Mindfulness sobre dos ruedas, historias proyectadas en blanco y negro. Locura bendita, ciclos de libertad y belleza.

(1) De hecho, este relato tuvo su punto de partida en el sillín de una bicicleta.

Nota Anterior

Comerciantes de galerías pagarían menor costo por certificado municipal

Siguiente Nota

Fiscalía presenta denuncia constitucional contra Jefa del Estado

Últimas noticas en Columnas

ENFOQUE REGIONAL

Arde el Perú Por: Luz Mery Canales Trillo @LuzCanalesTrillo Vicegobernadora regional de Ica El Perú arde…

Cajón de sastre

Entre lo real y lo fantástico (algunas divagaciones literarias) Segundo Florencio Jara Peña Quién tenga alguna…