A más de 500 años del viaje de Magallanes

Por: Miguel Arturo Seminario Ojeda

Historiador, director del Museo Electoral y de la Democracia

de la Dirección Nacional de Educación y Formación Cívica

Ciudadana del Jurado Nacional de Elecciones

El hecho histórico de la presencia europea en América, en 1492, correspondió a los españoles, quienes capitaneados por Cristóbal Colón llegaron a nuestro continente, iniciándose el proceso de mestizaje cultural y biológico, que no estuvo libre de la violencia propia de una guerra.

América había estado incomunicada con el resto del mundo; salvo el viaje de Túpac Yupanqui a la lejana Oceanía, no se conocen otros sucesos de igual naturaleza por parte de otras sociedades americanas. Lo cierto es que si otros europeos llegaron a América antes que Colón, su presencia no tuvo el eco y la revolución que significó la llegada a América del célebre genovés.

Constantemente leemos en páginas de internet, en informes que afirman tener validez científica, negando a Colón el lugar que le ha reconocido la memoria colectiva universal, e incluso se propagan noticias de contenidos inverosímiles con respecto a Colón. Lo cierto es que el Gran Almirante de la Mar Océana, permanece en el sitial que le ha reservado la historia.

Si bien el nuevo mundo debió llamarse Colombia, en reconocimiento a su descubridor, fue el trabajo del cartógrafo y navegante Américo Vespucio lo que llevó a popularizar el nombre del Nuevo Mundo como América, en reconocimiento a este navegante que se asegura llegó hasta el Río de la Plata, actual territorio argentino.

Entre el medioevo y la edad moderna, Europa experimentó lo que recibe el nombre de humanismo y el renacimiento, movimientos asociados a una especie de actitud rebelde de la sociedad, que empezó a romper las ataduras que limitaban el conocimiento del mundo y ataban a los hombres a una concepción teocentrica que limitaba su cotidianidad al mundo conocido; ese despertar asociado a actitudes antropocéntricas liberó al hombre de muchas limitaciones y lo impulsó a ir mucho más allá, convirtiéndolo en portador de la cultura europea, resumida en el monoteísmo de los judíos, la filosofía de los griegos y el derecho romano, y eso es lo que en gran parte compartieron con el mundo entero.

Así, los europeos empezaron a recorrer el mundo, descubriendo el Mar del Sur, bautizado en 1520 como Océano Pacífico, tras el intenso deseo de buscar el punto de unión de ambos mares, hazaña que correspondió a un conjunto de navegantes liderados por Hernando de Magallanes.

Hernando o Fernando de Magallanes, era un marino portugués nacido en Oporto en 1480; aunque otras ciudades se disputan su nacimiento, todo apunta a que nació en la ciudad portuguesa mencionada. Fue marino, militar y navegante experimentado, que se inició navegando hacia la India en una compañía al servicio de su país. Ya de regreso a Europa, y con la experiencia militar adquirida, gestó la idea de encontrar el punto de encuentro entre el Mar del Sur y el Océano Atlántico.

América fue sometida por los conquistadores hispanos en el siglo XVI, afianzados en los descubrimientos como los que realizó Hernando de Magallanes.

Así fue como se puso al servicio de Carlos I de España, iniciando en 1519 la expedición que lo llevó a descubrir el canal natural que estaba buscando, al que con justa razón se le conoce hasta hoy como Estrecho de Magallanes, por haber realizado la primera navegación que desde el océano Atlántico llegó al océano Pacífico, o Mar del Sur.

Magallanes murió y no regresó a España en 1522, como si lo hizo en una nave Juan Sebastián Elcano, pero eso no le quitó el mérito de haber liderado la primera circunnavegación alrededor del globo terráqueo. De ese modo, el hijo de Rui de Magalhães y de Inês Vaz Moutinho pasó a la inmortalidad.

Desde 1517 Magallanes estaba en Sevilla, encontrando en Juan de Aranda un aliado para sus propósitos, ya había concebido el proyecto de dar a España la posibilidad de llegar a las Molucas por occidente, liberándola de los problemas con los portugueses y salvando las limitaciones del Tratado de Tordesillas; fue decisiva la influencia de Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, para conseguir la aprobación del rey Carlos I, quién el 22 de marzo de 1518 lo nombra almirante y en julio lo eleva al grado de comendador de la Orden de Santiago, otorgándole al mismo tiempo un conjunto de privilegios.

Los pormenores del viaje se conocen -en gran parte- gracias a Antonio Pigafetta, cronista y geógrafo veneciano, quién escribió un diario completo del viaje que se inició en Sevilla el 10 de agosto de 1519, partiendo la escuadra compuesta de cinco naves.

Después de recalar en las Canarias y pasar frente a las islas de Cabo Verde, llegaron a las hoy tierras de Río de Janeiro el 13 de diciembre de 1519. Continuaron hacia el sur, dando con el río de la Plata, descubierto por Juan Díaz de Solís hacia tres años.

En marzo de 1520 llegaron a la bahía San Julián, en la provincia argentina de Santa Cruz, donde se celebró la primera misa en la Argentina, permaneciendo en ese sitio hasta la primavera, lugar donde tuvo que enfrentar una rebelión de varios marineros, a los que castigó drásticamente.

El estrecho de Magallanes se cruzó en noviembre, al fin habían encontrado el paso buscado. Se continuó luego con una travesía de mil penas y privaciones de agua y comida, hasta que el 6 de marzo de 1521 encontraron una isla en la que descansaron y recogieron víveres, así como regalos de los nativos de la isla de los Ladrones en el archipiélago de las Marianas.

Poco después, Lapu-Lapu, un jefe tribal considerado actualmente un héroe nacional de Filipinas, lideró el rechazo de los occidentales causando la muerte de Magallanes -el 27 de abril de 1521- en la batalla de Mactán, en la isla filipina del mismo nombre.

El viaje de regreso desde ese momento lo lideró Sebastián Elcano, quién no omitió destacar el protagonismo de Magallanes, quedando los nombres de ambos ligados a esta primera circunnavegación alrededor del mundo, hazaña registrada en los anales de la historia universal, que ahora evocamos junto a la figura de Hernando de Magallanes.

Hay nombres de calles, avenidas, de instituciones educativas, barrios y embarcaciones con los nombres de ambos marinos, que tanto como los de Américo Vespucio, Cristóbal Colón y de Balboa, se asocian a la epopeya del descubrimiento, conquista y consolidación del poder hispano en el Nuevo Mundo.

Cuando hagamos un juicio sobre el accionar de cada uno de ellos, procuremos hacerlo de manera objetiva, teniendo en cuenta que “si hubo crueldad e increíble saña, fueron crímenes del tiempo y no de España”. Así como hubo violencia, en el caso de la nueva sociedad peruana, esta empezó a gestarse con la conquista, como producto de un choque sangriento, lleno de conflictos sociales y culturales que en 15 años de fundada Lima ya le habían dado una nueva universidad al mundo, y la primera oficialmente considerada en el continente descubierto.

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