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COL. 046
Para nadie es desconocido que nuestro Perú viene sufriendo una grave crisis de inseguridad y extrema violencia. Lo curioso es que, mientras esto viene ocurriendo, las autoridades no asumen su responsabilidad y miran hacia otro lado, pensando que es a otro a quien corresponde resolver el asunto. Mientras esto ocurre, la delincuencia y el crimen vienen proliferando en nuestras céntricas calles y a plena luz del día cometen sus fechorías.

Cuando algo grave ocurre y se avisa a un policía, a veces nos dice que él es de tránsito y que no puede hacer nada. Acudimos al sereno, y cuando le informamos sobre el caso nos dicen que eso es asunto policial y que ellos no pueden hacer nada. Entonces, como último recurso, nos vamos hasta la comisaría y, después de las dificultades que encontramos para entrevistarnos con el oficial que corresponde, nos preguntan a cuánto asciende el monto de lo robado, para luego decirnos que por ese monto a ellos no les corresponde. Qué impotencia, ¿verdad? En el Perú, el robo -para ser robo- tiene que ajustarse a ciertas tarifas. No se sanciona el hecho por el delito cometido, sino por la cantidad robada. Lo mismo ocurre con los crímenes; se sanciona al asesino de acuerdo al valor del muerto. Si la víctima es pobre, la sanción es muy blanda y a veces ni se sanciona, pero, si es rico o importante, la sanción es muy drástica.
Yo no sé qué están esperando la presidente, el premier, los ministros de Defensa, del Interior y de Justicia, y/o los alcaldes y la Policía, que no se sientan a la mesa para diseñar una estrategia que les permita afrontar este flagelo que día a día va corrompiendo y haciendo más insoportable nuestra vida en nuestro querido Perú. ¡Hagan algo!, justifiquen lo que les pagamos todos los peruanos.
Lo primero que deben hacer es erradicar los bares y discotecas del centro de la ciudad, que promueven la aglomeración de jovencitas y jovencitos en plena vía pública y que, sin ningún descaro, están a la puerta de dichos establecimientos con sus botellas de licor y con su droga en la mano, desafiando -sin respeto- a los sufridos transeúntes.
Tenemos que proteger a nuestra sociedad y evitar que ésta, sobre todo nuestros niños, aprecien esos espectáculos grotescos creyendo que la vida es así.
No olviden que la Seguridad Ciudadana es TAREA DE TODOS.