LA LENGUA

| Elena del Rocío Díaz Acevedo

Gerente General de la Sociedad de Beneficencia de Nasca

Licenciada en Derecho. Egresada de Maestría en

Gerencia Pública y en Derecho Registral y Notarial

Estimados Lectores:

Desde esta tribuna les deseo que el 2024 les brinde una sinfonía de momentos emocionantes y capítulos llenos de descubrimientos en cada página de sus vidas.

Que en cada artículo encuentren una puerta a nuevas perspectivas, que cada palabra sea un faro de inspiración. Que cada palabra que lean les guíe hacia el crecimiento personal y les inspire a perseguir sus sueños con renovada determinación.

Les deseamos un año lleno de páginas vibrantes, llenas de éxitos, alegrías compartidas y experiencias enriquecedoras. Que cada lectura sea un viaje que les conecte con nuevas ideas, les haga reflexionar y les impulse hacia el futuro con optimismo y entusiasmo.

Nos hemos puesto a pensar cuánto tiempo entrenan los deportistas de alto rendimiento o cuánta disciplina tienen los medallistas olímpicos; pues sí, son año de preparación.

Es muy común que una meta de año nuevo sea tener una vida más sana, hacer ejercicios para estar en mejor estado físico; este espacio no es la excepción y también entrenaremos uno de los músculos más poderos de nuestro cuerpo, la LENGUA.

La lengua, esa herramienta tan poderosa que poseemos, va más allá de la simple transmisión de información. Nuestra manera de hablar no solo refleja nuestros pensamientos, sino que también moldea la realidad que creamos a nuestro alrededor. En ningún otro ámbito es este poder más evidente que en la forma en que hablamos de los demás.

La lengua tiene el poder de crear realidades. Cuando hablamos de los demás, estamos construyendo narrativas que afectan la percepción que los demás tienen de esas personas. Las palabras pueden ser como pinceles, pintando retratos que definen a alguien en la mente de los demás. Es crucial ser conscientes de este poder y usarlo de manera responsable.

La manera en que hablamos de los demás influye directamente en la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Las palabras hirientes o críticas pueden dañar la confianza y crear barreras comunicativas. Por otro lado, el lenguaje positivo y constructivo fortalece los lazos y fomenta un entorno propicio para la colaboración y el crecimiento mutuo.

Usemos nuestra lengua como una herramienta para fomentar la empatía y la comprensión. Al expresarnos de manera respetuosa y buscando comprender las experiencias de los demás, creamos un espacio para la conexión y la armonía. La empatía en el lenguaje fortalece las relaciones y contribuye a la construcción de comunidades más compasivas.

El uso consciente de la lengua implica asumir la responsabilidad de nuestras palabras. Cada expresión tiene un impacto, y reconocer este poder nos empodera para elegir nuestras palabras de manera reflexiva. Al tomar conciencia de cómo hablamos de los demás, podemos contribuir a construir un entorno más positivo y enriquecedor.

En conclusión, el poder de la lengua sobre la manera en que hablamos de los demás es innegable. Nuestras palabras tienen el potencial de construir o destruir, de inspirar o desmotivar. Al ser conscientes de este poder, podemos utilizar la lengua de manera positiva, creando un entorno en el que las relaciones florezcan y las personas se sientan valoradas y respetadas.

¡Que este nuevo año sea un capítulo inolvidable en sus historias personales! ¡Feliz Año Nuevo queridos lectores!

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