
| Por: Guillermo Alfonso Uribe Lengua
Administrador y creador de contenidos
del grupo de Facebook «Iqueños en la Historia»
Los momentos imborrables para aquellos que somos de los 50, 60 y 70 tenían un sabor especial, olían a papel fotográfico.
No había celulares ni selfies; marcas como Kodak y Fuji nos era muy afines; términos como «rollo de 12, 24 y de 48» eran obligatorios cuando de ir con la familia a la playa, fiesta o a un evento deportivo se trataba.
El fotógrafo era como parte de la familia, era el oficial para perennizar aquellos momentos de alegría y de dolor, y, por qué no, también los momentos deportivos.
Hoy vamos a recordar a todos aquellos que se quedaron en nuestra memoria y que salen a la luz cuando se reúne la familia, momentos donde sacamos esas fotos antiguas que nos llevan a recordar a familiares, amigos y vecinos, algunos de ellos que hoy ya no están con nosotros.
Cada barrio tenía su fotógrafo, aunque en esos tiempos no eran muchos los que se dedicaban a esa profesión.
Algunos de ellos habían estudiado por correspondencia en cursos -como Profesional School– que salían en algunas revistas, te inscribas previo pago y a vuelta de correo te enviaban desde EEUU tu primer fascículo hasta terminar el curso.

Hoy recordaremos a todos aquellos que fueron parte de nuestra niñez y de nuestra juventud.
Juancito Kuroki
Kuroki era un japonesito, espigadito, de poco cabello, cabello muy delgado diría yo, y bien peinadito hacia atrás; como todo oriental. Kuroki tenía su estudio en la calle Lima, subiendo a la plazuela Bolognesi, pasabas el Bar Satélite de Chiruca, esquina de calle Andahuaylas (antiguamente conocida como calle cacanita) y frente al carpintero del Club Manchester.
Era el fotógrafo oficial en los matrimonios en la iglesia de Luren.
Muy elegante cuando de llegar al evento se trataba; se agachaba para arreglar a la novia y era un sinfín de fotos que no terminaría hasta altas horas de la madrugada, en las fiestas que se hacían para celebrar el evento.
Podríamos decir que Kuroki tenía su level. Llamado por las mejores familias de Ica para retratarlos. Su obra máxima creo que fue esa foto tomada en un verano iqueño, cuando el cielo se nubló y los rayos caían por encima de nuestra iglesia de Luren. Kuroki también era muy buen profesor de natación.
Mariano Abregú
Mariano Abregú, premiado en Ica y en Chincha por las municipalidades provinciales.
En Ica tenía su estudio fotográfico en la calle Tacna 227 (Edificio Razzeto), y en Chincha en la calle Caquetá, a escasos metros del mercado de abastos.
Herrera
Herrera tenía su estudio también en la calle Lima, a pocos pasos de la panadería Felipa. Morenito, delgado, espigadito, tenía una bicicleta negra.
Herrera era un fotógrafo alternativo, intermedio, diría yo, ni muy caro ni muy barato. En su estudio se han retratado -creo yo- toda la muchachada de Camaná, San Martín y Bolívar.
Todavía recuerdo su pequeño estudio, una escalinata para subir y un mostrador largo de madera y en el segundo espacio su estudio.
Ahí me retraté en mi primera comunión; mi terno, guantes blancos, bien peinadito, mi rosario, mi librito de oraciones y una vela con su azucena…Ahhhhh y cara de bueno para salir con carita angelical.
Así era Herrera.
Uchuya
En los portales de Luren estaba el fotógrafo Uchuya, recuerdo que tenía una moto grande y antigua, era un criollo medio gordito y siempre sonriente, a diferencia de Herrera, que era parco y serio.
De Uchuya podríamos decir que era el fotógrafo del pueblo, los matrimonios y bautizos en la chacra eran su fuerte.
Allá me lo encontraba cuando yo buscaba tonos y él me decía cuál era el más cerca.
Uchuya estaba ahí cerquita de Panchita, a pocos pasos y dentro de los portales. Cerca de la casa de Lavarello, el cantante de moda de aquellos tiempos.
Uchuya, siempre presto a llegar al evento en su moto.
Pedrito
Fotógrafo oficial en la Plaza de Armas, clásico de clásicos.
Todavía recuerdo que era un ritual tomarse ahí una foto tamaño carnet para el colegio: Te sentabas en su banquito A distancia prudencial
Tu pata que te acompañaba sostenía un trapo blanco a tu espalda que Pedrito le daba.
Luego, él arreglaba el trípode que sostenía la cámara antigua, se te acercaba y te decía: mira la cámara, primito.
Y sacaba la tapita del lente, hacía una pirueta y lo volvía a poner.
Y yaaaa….
Date una vuelta para entregártela te decía.
Era un experto.
Ascencio
Ascencio tenía un buen local de revelados y de impresión de fotostáticas.
Ascencio dio la hora en aquellos tiempos. Recuerdo que su local quedaba a pocos pasos del Banco Regional Sur Medio y Callao –Surmeban– en la calle Municipalidad.
Ascencio hacia también ampliaciones de los jugadores que aparecían por aquel entonces en la revista argentina El Gráfico, esas fotos las tengo retratadas en mi mente y en la entrada a su local.