Cajón de sastre

A propósito de la carta de despedida atribuida a Gabriel García Márquez

Segundo Florencio Jara Peña


Hace no poco tiempo apareció publicado en las redes sociales, precisamente por las épocas navideñas, un artículo en el que se afirmaba, muy tierna y poéticamente, por cierto, que el gran García Márquez, aquejado por una enfermedad terminal, había escrito una hermosa carta, a guisa de despedida, donde expresaba sus sentimientos a todos sus amigos.

Ahora está en Tik Tok.

Algo de esto había ya leído en el internet (el nuevo Abraxas [Dios del bien y del mal a la vez] de nuestros tiempos). Titulaba “La Marioneta”. Se decía que lo había escrito Gabo aquejado por un cáncer linfático.

La epístola de marras me recordaba un poema, no menos famoso. Instantes, atribuido alguna vez a Jorge Luis Borges. Ambos tienen un aire, un tufillo a esa literatura de autoayuda del estilo Dale Carnegie, Prentice Mulford u Og Mandino: disfruta-el-día-se-positivo. 

Llevado por mi voraz curiosidad pude informarme, además, en ese maremagnun de información que es el ciberespacio, de que Gabo no era pues el autor de aquella carta, que incluso alguna vez había renegado de ella afirmando que “lo que realmente me puede matar es la vergüenza de que alguien crea que de verdad fui yo quien escribió una cosa tan cursi”. Pero, inconteniblemente la carta se había difundido, literalmente, por el orbe para vergüenza del escritor colombiano.

Este fenómeno no es nuevo en la literatura. Así como se plagian desde artículos periodísticos hasta obras enteras (recuérdese el affaire Brice Echenique), existen anónimos escritores que atribuyen a un famoso autor una creación propia. O simplemente algunos guasones inescrupulosos que difunden una obra, como falsas monedas que circulan de mano en mano desconociéndose su espurio origen, suplantando a su oscuro creador por una luminaria. El internet ha hecho más fácil esta labor y hay mucha gente, incluso intelectuales de talla que de muy buena fe caen en este ardid. 

Son pocos los que alguna vez no han leído o por lo menos oído hablar del poema cuya paternidad le atribuyeron a Borges. Instantes. Sin embargo, aún ahora mucha gente cree que efectivamente es así, aun cuando la propia María Kodama, viuda del argentino, lo haya desmentido, a despecho de que se hayan escrito extensos ensayos literarios para diseccionar el estilo y demostrar que ese poema no podía pertenecerle por ningún motivo, ni siquiera por la época cronológica en que se difundió. Ni siquiera porque se aludieron a Nadine Stair o Don Herald como posibles autores de aquella creación cuyo rótulo en ingles era algo así como If i had my life to live over. Muchas personas siguen pensando que Borges escribió aquel poema que algunos intelectuales han estigmatizado como un bodrio, menos severos que García Márquez que calificó simplemente de cursi a “La Marioneta”.

Volviendo a nuestra ya famosa “carta de despedida de un genio”, de la que el propio genio de Aracataca sintió vergüenza que se le vincule: es muy probable que su autor sea el cómico mexicano Johny Welch, quién habría publicado en 1996 (habría digo porque no lo he visto, ni lo he tocado, ni me consta) un libro titulado “Lo que me ha enseñado la vida”, donde se puede hallar la misiva con el título de “Si yo tuviera vida”.

Sea cierto o no lo que se rumorea en la red, pero la verdad es que esta carta ha cobrado vida propia y ahora es tan famosa como el creador de Macondo y la saga de los Aureliano Buendía. Tiene millones de vistas en Tik Tok.

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